Chernobyl, Pripyat y la zona de exclusión

Todo el mundo ha oído hablar de Chernobyl y de lo que allí ocurrió en 1986. Lo que ya sabe menos gente es que más de 20 años después la zona contaminada por la radiación se ha convertido en un destino turístico algo singular.

Noria abandonada

Después del accidente en la Central Nuclear de Chernobyl, en Ucrania, el gobierno limitó el acceso a la zona creando cuatro áreas con distinto nivel de peligro. La zona de exclusión, de tan solo 30 kilómetros al epicentro de la catástrofe, es la más peligrosa. Allí está prohibido vivir, cultivar o cazar dado el gran riesgo para la salud. A pesar de ello, se organizan excursiones de un día para ver en persona los estragos de la explosión y se puede comprobar que mucha gente ha vuelto a lo que un día fue su casa, cultivan la tierra contaminada y crían animales sin ningún tipo de temor.

Escuela en Pripyat

Pripyat, construida para albergar a los trabajadores de la Central, es ahora una ciudad fantasma. En teoría sólo viven allí científicos y policías. El silencio lo invade todo y pasear por sus calles es como hacerlo por un museo de la era soviética, ya que todo ha quedado como congelado para el recuerdo y los relojes detenidos en aquel fatídico 26 de abril de 1986.

Mujer en Chernobyl

Chernobyl y algunos otros pueblos, en cambio sí que tienen una población consolidada. Alrededor de 2000 personas que niegan que la radiactividad les haya provocado ningún mal. Muchos volvieron a sus casas a los pocos meses. Otros se han mudado a casas deshabitadas por no tener donde vivir. No dudan en comer frutas y setas que ellos mismos recolectan, a pesar de los avisos del gobierno y de que haya miles de personas con cáncer y otras enfermedades igualmente terribles a consecuencia de la exposición desmesurada a las radiaciones.

Planta creciendo en un edificio abandonado

Curiosamente, sin la injerencia del hombre, la naturaleza ha cobrado fuerza y ha habido un repoblamiento de especies animales en las que, aparentemente, no se han detectado mutaciones genéticas o cualquier otro trastorno.

A pesar de lo poco atractivo de jugar con la salud, si estás interesado en visitar la zona, puedes hacerlo. Lo más cómodo es contactar con una agencia de viajes ucraniana que tramite todos los permisos y que ofrezca un servicio de guía para que te enseñe rápidamente los sitios más emblemáticos. Por supuesto es obligatorio llevar un medidor Geiger para controlar la radiactividad. De cualquier forma, antes de salir de la zona de exclusión es obligatorio pasar por un control donde se determina si te has expuesto demasiado, en cuyo caso te darán un lavado químico para eliminar los restos de la radiación.

El medidor Geiger marca 4.26 junto a la central nuclear

Es muy importante no aceptar comida de los lugareños ni beber agua de los ríos o fuentes. Se recomienda no adentrarse en zonas con mucha vegetación ni entrar en las casas deshabitadas, ya que es donde más radiación se concentra. (Un ejemplo de ello es el Bosque Rojo, un bosque de pinos que se volvió de dicho color después de la explosión). Y, por supuesto, no llevarse objetos de recuerdo, por mucho que nos tiente coger cualquiera de las miles de cosas abandonadas a la fuerza.

Fotos: Roman Harak

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